Si volviera a nacer, lo volvería a intentar: Daniel Aceves

Una vida completamente ligada al deporte es la que vivió y vive Daniel Aceves Villagrán, medallista olímpico de plata en Los Ángeles 1984 en lucha grecorromana y quien dejó en claro que, si volviera a nacer, intentaría nuevamente cosechar sus éxitos.

Nacido el 18 de noviembre de 1964, Aceves Villagrán siempre ha estado inmiscuido en el ámbito deportivo, en un inicio por su padre, quien era el luchador profesional Bobby Bonales, y después se inclinó por la lucha grecorromana, con la que cumpliría uno de sus máximos sueños en una justa olímpica.

La infancia de Daniel tuvo muchos episodios en arenas de lucha libre en la Ciudad de México y en provincia, practicaba "luchitas" con su hermano, no podía faltarle el ring y muñequitos de plástico con los que jugaba y también era testigo del entrenamiento y esa disciplina y cultura del esfuerzo que tuvo su papá.

"Eso influyó de manera determinante para que mi hermano y yo quisiéramos ser luchadores", apuntó Daniel en entrevista con Notimex, quien recuerda a su padre como antagonista de El Santo y Blue Demon y trató de seguir sus pasos, aunque se encontró con otra actividad.

"Quisimos ser luchadores, fuimos al deportivo Guelatao en la Lagunilla, en esa área donde nací en la Guerrero, y lejos de ver capas y máscaras vimos luchadores, pero hacían ejercicios con pesas, futbol, basquetbol y técnicas de lucha, era el encuentro con la lucha olímpica, tienen semejanza, pero son diferentes.

"Así, buscando el encuentro con la lucha, encontramos el camino deportivo en la olímpica y en el estilo grecorromana", la cual comenzó a practicar a los 11 años cuando era un niño con sobrepeso y, según él, con pocas capacidades, pero mucha disciplina.

"Cuando inicié en la lucha, bajé de peso de forma acelerada y eso fue un gran motivador. No comencé con grandes características, mi hermano Roberto -cuatro años mayor- sí tenía características físico-atléticas más destacadas, yo no, yo era el gordito que a los 15 días me luxé el brazo al caer, pero siempre con gran disciplina", detalló.

Con una trayectoria de constante aprendizaje, fracasos pasajeros y triunfos inolvidables, Daniel Aceves recuerda diversos episodios, desde viajar más de 76 horas en autobús hasta Albuquerque, Nuevo México, para competir en un selectivo, conocer otros países y más, todo con el objetivo de cumplir su sueño y competir en unos Olímpicos.

Tras cumplir su ciclo olímpico a Los Ángeles con medallas en los Centroamericanos de 1982 (plata) y en los Panamericanos de 1983 (bronce), llegó a la cita olímpica sin muchos reflectores, dispuesto a hacer historia en su deporte, que tenía antecedentes positivos en México, pero que se habían quedado cerca del éxito.

"La lucha es un deporte que no te da mucho prestigio social, no era muy conocido este deporte, antes menos que hoy, no había gran expectativa ni presión de los medios ni en el deporte en general, la presión la ejercía yo mismo, sabía que tenía posibilidades de disputar las medallas, era mi sueño estar en una final olímpica", indicó.

Así, sin equipo interdisciplinario -psicólogo, nutriólogo- como los que acostumbran los atletas hoy en día, obligado a marcar el límite de la división de los 52 kilos en los tres días de competencia y con poco o nulo apoyo económico para su preparación previo a los Olímpicos, llegó con entusiasmo.

"Se podía destacar el entusiasmo y compromiso del equipo, era la oportunidad de nuestras vidas", rememoró Daniel, quien en el podio vivió un momento que atesora "hay una serie de sentimientos encontrados, dices 'si volviera a nacer lo volvería a intentar'".

Ese sentimiento encontrado era, por un lado, la alegría de estar en el podio y hacer historia con su medalla de plata, pero también la frustración, pues aseveró que el metal de oro hubiera sido lo más justo sobre el japonés Atsuji Miyahara.

"Queda el sentimiento de frustración porque en la final gané la medalla de oro, hubo toque de espaldas de más de 15 segundos, el video lo han visto personas y saben que no solo hubo parcialidad, sino una gran injusticia al no marcar el toque de espaldas del japonés", subrayó.

La última aventura respecto a Los Ángeles la vivió meses después, el 10 de enero de 1985 cuando su automóvil, con la medalla incluida, desapareció en las cercanías de la entonces secretaría de Programación y Presupuesto en Coyoacán.

Tras recoger su medalla por un tratamiento de barniz para que no se manchara el recubrimiento de plata, acudió a Coyoacán, aunque para su sorpresa el auto no estaba, mucho menos la medalla, la cual apareció días después.

"El coche nunca apareció, a los tres días siguientes en la casa, en la colonia Guerrero, la regresaron por la ventana, envuelta en cartón, mecate y periódico, se compadecieron, son pedazos de metal con un simbolismo grande, no valor económico, simbólico por lo que representan las medallas", resaltó.

Luego vinieron las Copas del Mundo en Tokio y Moscú, donde ganó medallas de plata, y el oro en el Mundial Militar en la entonces Unión Soviética. Previo a los Olímpicos de Seúl 1988 aparecieron lesiones en las rodillas que lo obligaron a su retiro de la actividad deportiva.

"Siempre hay que saber cuándo retirarte, lesiones de rodillas y categorías de peso (fueron factores), cuando no te sabes con las capacidades de ser de los mejores, de poder ser de los mejores del mundo, hay que abandonar sueños para ir en busca de otros", aseveró.

Los últimos 30 años de su vida se ha mantenido ligado al deporte como hombre de "pantalón largo", presidió la Asociación de Medallistas Olímpicos de México cinco ocasiones, la de Olímpicos Mexicanos, y ha buscado por distintos medios de ayudar con propuestas para mejorar el tema del deporte y la cultura física.

Mientras espera que a lucha grecorromana alcance o supere sus éxitos rumbo a Tokio 2020, incluso confía que México aspire a medallas en esta disciplina en la modalidad femenil, dejó en claro que seguirá con su constante búsqueda de una mejor cultura deportiva en el país. México (NOTIMEX)

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