Miles de venezolanos abocados al drama de cruzar la frontera de México y EEUU

Las rutas que utilizan los migrantes venezolanos para llegar Florida están cambiando. Si antes la mayoría viajaba en avión, ahora llegan a través de la peligrosa frontera de EE.UU. con México.

René Ravelo acaba de llegar a Doral, ciudad aledaña a Miami conocida como “Doralzuela” por el gran número de ciudadanos venezolanos que alberga.

Este joven pagó 4 mil dólares a un coyote para que le ayudara a cruzar la frontera sureste de EE.UU. por el río. Lo hizo de noche y caminó durante cerca de dos horas hasta que lo interceptaron las autoridades migratorias estadounidenses.

María Ramírez también cruzó el río Grande, previo pago a otro traficante de humanos.

Ramírez asegura que pasó “miedo” durante su “odisea” de cruzar el río para entrar a EE.UU. y, sobre todo, cuando le tocó correr para que los agentes mexicanos no la detuviesen.

Patricia Andrade, responsable del programa Raíces, que ayuda a los venezolanos que llegan a Miami, explicó que registran un notable incremento de recién llegados venezolanos.

Si en diciembre de 2020 poco más de 200 venezolanos fueron interceptados en la frontera sureste un año después esa cifra se había disparado a 24 mil 805 y en enero pasado se mantuvo en 22 mil 779.

“Muchos llegan con daño emocional por los peligros que corren cuando cruzan, los coyotes son personas que trafican con seres humanos, para ellos una persona es una mercancía, y pueden sufrir violaciones, secuestros, amenazas, extorsiones.

Lo peor son los casos de mujeres que sufren una violación, incluso con sus hijos como testigos, o los de coyotes que intentan raptar a sus pequeños.

Raíces, que regala ropa y material básico a los recién llegados, va a contar con ayuda psicológica para atender ese “daño emocional”.

Han tenido que dejar atrás su vida y deben “empezar de cero”, pasar días detenidos por las autoridades migratorias de EEUU.

María Milagros Pérez cruzó sin incidentes la frontera por Méxicali (México) junto con su hijo Joseph Santiago, de 8 años, llegó a Miami hace tres meses y llora cada día.

“El viaje fue traumático, uno sufre mucho, el cambio no es fácil. Son tantas cosas que uno deja, tantos sentimientos”, relata.

En Venezuela trabajó 15 años en la banca y llegó a tener su propio negocio de venta de alimentos, pero lo dejó todo por la “calidad de vida” que le puede dar a su hijo en EE.UU. Miami (EFE)

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