Llevada por las letras... De Las Vegas a Madrid

Por Maritza MALDONADO

El aroma del chocolate y los churros en las mañanas, me hace desperezar y caminar por las calles de Madrid. Por varios días experimenté una avalancha de emociones que incluyó el VIII Festival Internacional de Poesía, convocado por la editorial Verbum. Escritores de Italia, Brasil, Argentina, Cuba, España y EEUU vestimos el traje de la amistad, el amor por la paz y el planeta.  

Luis Rafael, director de la editorial y presidente del Festival, dijo: “este encuentro es el espacio para fortalecer lazos de amistad y camaradería entre  intelectuales del mundo”. Hubo sesiones de trabajo en Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, escenario de enfrentamientos en la guerra civil española. Hay libros con la huella de proyectiles de esa época. Está la sala del grupo de teatro universitario La Barraca, liderado por Federico García Lorca. 

Conocer más de la historia y la literatura española hubiera sido difícil sin la guía y vasta inteligencia del escritor y periodista Paco Huelva, quien tuvo la gentileza de llevarme al Ateneo de Madrid donde se conservan las primeras ediciones de las obras publicadas en aquel país.  

Con un ejemplar en las manos de su último libro Cordones Apareados, obsequio de este hombre que ama a Madrid y a las letras, llegamos al Convento de las Trinitarias Descalzas, donde descansan los restos de Miguel de Cervantes y Saavedra.

El recorrido abarcó la cervecería alemana en el Barrio de las Letras. Sentí la intensidad del corresponsal Ernest Hemingway mientras escribía una de sus novelas cumbres. Visité la casa de escritor Lope de Vega, creador de la obra teatral Fuenteovejuna.

Caminé sobre adoquines, admiré balcones, puertas que conservan el tallado de centenares de años. Transitar por donde lo hicieron poetas, inspirados en la luna, un amor desdichado o las inquietudes filosóficas de la época, desencadenó las adormecidas ansias de desplegar las alas.

Además de la sazón y la calidad de los platos -mariscos, jamones y papas, el vino y la botella de aceite de oliva extra virgen en cada mesa-, el sentido de humanidad de quienes allí viven supera las expectativas. 

Los madrileños pasaron por alto mi pésimo sentido de orientación, cambiaban su rumbo para llevarme lo más cerca posible al lugar donde me esperaban. En Cuba hay un refrán que cita: “quien tiene amigos tiene un central“, reencontrarme con Karoll Mecerene y Juan Carlos Curbeira, después de más de 30 años, lo corroboró.

Ella con el glamour y la gracia cubano-española, inmersa en sus conocimientos literarios y de editoriales... él, circunspecto, con el fino humor y carisma del pintor de academia. Agradezco a Flor, ecuatoriana de nacimiento,  madrileña de corazón, por su hospitalidad y cariño. A mi madre que a sus casi 81 años me acompaño en esta empresa que incluyó largos vuelos y caminatas por  aeropuertos de Londres y Madrid. Inolvidable encuentro con su prima María después de más de tres décadas sin verse.

Gracias a José Fidalgo y su familia, a Joaquín Matos que desde Barcelona me invitaba a su morada, al poeta Manuel Pérez del Moral, de Jaén, quien gentil llamaba en las mañanas para desearme feliz y próspero día de literatura.

Traigo la sencillez y el inmenso conocimiento que va más allá de los libros leídos. Desplegar las alas me hizo extrañar y amar aun más a mi familia de Las Vegas.

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