El periodismo feminista y rebelde de la mexicana Lydia Cacho

La periodista, escritora y activista social mexicana Lydia Cacho subraya la importancia de la presencia de las mujeres en los medios de comunicación porque aportan “la mirada de los derechos humanos que los hombres no proyectaban porque escribían desde el privilegio”. 

A su paso por Barcelona (noreste español) para presentar su biografía “Cartas de amor y rebeldía”, Cacho explica en una entrevista con Efe que las periodistas de su generación fueron pioneras “en una industria de hombres donde las mujeres no eran bien recibidas”.

“Vivimos en un mundo con una mirada masculinizada”, apunta la periodista mexicana, y añade que aún es vista por muchos como “la reportera ruda que va por ahí con su chaqueta de cuero”.

También admite haber tenido prácticamente como única referencia femenina dentro del periodismo a la italiana Oriana Fallaci, pues “la mayoría de latinoamericanas habían sido asesinadas o perseguidas”.

Lydia Cacho considera que no se convirtió en periodista hasta los 23 años, cuando escribió un reportaje sobre mujeres mayas, que fueron quienes le enseñaron a “escuchar”: “Mi editor lo acabó publicando porque no tenía faltas de ortografía”, agrega.

En un momento en el que Cacho cree que las mujeres jóvenes sienten mucha presión por “justificar su presencia en el mundo”, ha decidido compartir una “arqueología” de su propia vida, donde cuenta sus amores, desamores, cómo se convirtió en feminista y cómo se “rebeló” y “enojó”.

En “Cartas de amor y rebeldía” (editorial Debate), un libro “escrito desde la valentía de una niña de 12 años”, edad a la que empezó a escribir en una pequeña libreta su primer encuentro con la muerte en forma de carta para un amigo, Cacho relata los episodios más importantes de su vida por medio de epístolas en las que es tanto remitente como destinataria.

Según la periodista, existen millones de “niños rebeldes” como ella que se han querido sublevar contra lo establecido, pero “lo importante -remarca- es si conservamos ese niño o niña o nos entregamos a la normalidad”. 

El libro recoge “una gran narrativa sobre quiénes somos nosotras, las mujeres”, añade la activista y feminista, refiriéndose a su vigésima obra, la única cuyo título tuvo muy claro desde el principio, pues “ser rebelde y amorosa al mismo tiempo es lo que te permite hacer tu trabajo como periodista”, plantea Cacho.

PERSEGUIDA

La reportera tuvo que huir de México y exiliarse en España tras ser secuestrada y torturada por haber destapado una red de tráfico de pornografía infantil en su libro “Los demonios del Edén” (2005). 

“Cuando lo publiqué, ya llevaba un año de amenazas investigando a todos esos tipos, sabía todos los nombres de los senadores, y uno de ellos hubiera sido presidente de México si yo no hubiese escrito mi libro”, desvela Cacho.

También asegura haber discutido con algunos de sus amigos periodistas, a quien denomina “los hombres del periodismo”, porque querían evitar que revelase los nombres de los implicados en su libro.

“Vi los videos donde aparecían, estaba la evidencia, no era presuntamente”, argumenta la reportera; y aunque ya sabía que la querían asesinar, no se podía “quedar callada después de tener esa información”, reconoce. 

A su juicio, los hombres son los que acaban ostentando más cargos de poder en los medios de comunicación porque, en su mayoría, son los que terminan por renunciar a sus principios, a pesar de que no niega que existan mujeres corruptas. 

“Podría haber sido directora de por lo menos tres medios de comunicación, pero ya sé a cambio de qué”, confiesa Cacho, a quien el Gobierno español concedió el pasado año la nacionalidad española por carta de naturaleza.

A raíz de su labor como periodista de investigación, cuenta cómo hace unos años un gobernador mexicano acabó en la cárcel por delincuencia organizada y corrupción, y pagó a una diputada para que publicase una presunta biografía de la periodista, en la que era acusada de no escribir sus propios libros.

Pasados unos meses, Cacho se percató de que era ella quien debía contar su propia historia, recopilando datos concretos e historias escritas en el momento en el que sucedieron. “A las mujeres intentan desacreditarnos por ser mujeres y por nuestra vida privada”, lamenta. Barcelona (EFE)

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