Para resaltar nuestro eterno agradecimiento... El honroso Día de los Veteranos

Por Roberto PELÁEZ

A Elizabeth Lemus, Rosita Morales-Peralta y Víctor ‘Gato’ Peláez los une un denominador común: son hispanos (de Cuba, Nicaragua y México, respectivamente), viven en Las Vegas, a lo que se une que tienen hijos veteranos de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. 

A los ex militares del país, a sus familias, a todas las personas que arriesgan su vida para mantener los ideales de la democracia en primer plano. A todos ellos, muchas gracias.

Este viernes 11 se les rinde homenaje, como cada año, a los veteranos, es una oportunidad de mostrar el agradecimiento de todos porque ellos expusieron sus vidas por este país, por salvaguardar los valores inherentes a la democracia, por haberse erigido en paladines de la justicia, a un precio terriblemente alto.

Claro que resulta poco rendir homenaje a los veteranos un día, es significativa su entrega, hay que agradecerles y venerarlos todos los días. Ellos, como si fuera lo más normal del mundo, con la mayor humildad, estuvieron prestos a dar sus vidas -muchos lamentablemente la perdieron- en defensa de sus ideales, en defensa de la democracia en el mundo, por defender a otros países, enarbolando la bandera de las barras y las estrellas.

Gracias a Dios, Lemus, Morales-Peralta, ‘Gato’ Peláez, pueden todos los días abrazar a sus hijos, llamarlos por teléfono, decirles que los aman, que significan mucho para ellos como padres, y también para la sociedad. Platicarles de orgullo, de ese orgullo sano que llena el pecho cuando se ha cumplido bien la obra de la vida, que por lo general se acompaña de una sonrisa nerviosa, de unos ojos humedecidos, de una alegría infinitiva

Cuánto se haga por los veteranos es poco para homenajearlos y recordarlos. Las Vegas Veterans Memorial Foundation anunció en el 2014 su asociación con el estado de Nevada para la construcción de un monumento conmemorativo, el cual se encuentra en el edificio del gobierno estatal, en Washington Ave y Las Vegas Boulevard North, frente al Cashman Field Center. El monumento es un lugar de cita obligada. Los padres deben ir allí con sus hijos y platicarles de esos hombres y mujeres, enseñarles cuánto significan, todo lo que arriesgaron, explicarles una y otra vez que aparte de los que partieron a encarar acciones bélicas, o a preservar la paz, las madres, los padres, las esposas, los hijos, los hermanos, quedaron en casa con el corazón ‘alegremente triste’, orgulloso y devastado, a la espera todos los días de una carta, un mensaje, una llamada, una noticia.

“Sabíamos que nuestro hijo estaba cumpliendo su deber, contábamos los días para saber de él, para que volviera a casa y abrazarlo, irnos a los campos de fútbol como solíamos hacer antes de su partida para el cumplimiento de una misión... estamos muy orgullosos”, resalta Peláez. 

No pasa inadvertido que en muchas intersecciones o en las salidas de las autopistas del estado, hay veteranos que prácticamente mendigan para sobrevivir en el valle. Con cartulinas expresan un sentimiento que la sociedad no les ha otorgado; piden comida, techo, salud, sustento, se encuentran solos, abandonados, incluso por sus propios familiares. Algunos de ellos -evidentemente- víctimas de adicciones y con las secuelas del horror de las guerras.

Ante los veteranos que piden, necesitan, es con toda certeza relevante voltear y decir: GRACIAS.

En muchas oportunidades (con miedo o no, porque es propio del ser humano), los veteranos avanzaron, defendieron, pusieron en riesgo lo más valioso -sus vidas- para llevar un poco de justicia a millones de personas en diferentes lugares del mundo, eso no puede ignorarse ni poner a un lado, todo lo contrario, hay que enarbolarlo como bandera. ¡Los veteranos clasifican sin dudas como uno de los más grandes orgullos de esta nación! Así es preciso verlo. Tener conciencia de ello.

Llegue a cada uno de los veteranos, a sus familiares, la felicitación y el agradecimiento del semanario El Mundo, de su colectivo de labor. Donde estén gracias.

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