Cómo cuidar el cabello ante el frío y la humedad

La humedad, el viento, los cambios constantes de temperatura alteran el buen estado del cabello. Con el frío, por ejemplo, se produce una menor dilatación de los vasos sanguíneos del cuero cabelludo, que son los que transmiten al resto del cabello los nutrientes que éste necesita para lucir en buenas condiciones y aseguran que los nuevos cabellos que se “gestan” en el bulbo capilar crezcan fuertes y llenos de vitalidad. 

Debido a este menor aporte a los vasos sanguíneos, los poros del cuero cabelludo se cierran, lo que favorece que el cabello se reseque y aumenta el riesgo de que aparezca enrojecimiento y descamación en esta zona.

En cuanto al viento, además de dar al traste con cualquier estilismo capilar y propiciar la aparición de nudos y enredos, actúa a modo de secador de pelo permanente, abriendo la cutícula y resecando el cabello en exceso, ya que arrastra polvos microscópicos que lo ensucian y “electrizan”.

La contaminación, cuyos niveles se ‘disparan’ durante los meses fríos, también tiene un efecto negativo sobre el pelo: las partículas contaminantes en el aire dañan las escamas de la capa protectora del cuero cabelludo y agreden también a la cutícula, lo que se traduce en un cabello más quebradizo, opaco, decolorado y con las puntas abiertas.

Todo ello justifica poner en marcha un plan de cuidados capilares específico que incluya el uso de productos adaptados a las necesidades del cabello en este momento, hábitos que minimicen los efectos de la climatología, urgen acciones que aseguren un cabello sano, lleno de vitalidad.

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