Zoraida Caldera de Amaya... El marcado apego a las raíces

Por Roberto PELÁEZ

Resulta difícil platicar con Zoraida Caldera y que no salga a relucir su Venezuela querida, la tierra natal de la que salió hace más de cuatro décadas para establecerse en los Estados Unidos.

“Soy de Caracas, apunta, allí estudio hasta graduarme como técnico superior en turismo, luego con los años y mi interés en superarme, obtengo una licenciatura en Gerencia Hotelera, en la UNLV; en ese alto centro docente tengo también estudios incompletos de español”, resalta.

Mira atrás en el tiempo, y afirma: “llevo en Estados Unidos más de 40 años, y en Las Vegas alrededor de 32, cuando salgo de Venezuela vivo primero en la ciudad de Nueva York, vengo a Las Vegas a estudiar, y después pongo en práctica lo aprendido en San Francisco y San Diego, California, donde nacen mis tres hijos; regreso a Las Vegas en 1990.

“Por más de 25 años, agrega, he estado vinculada al quehacer de la comunidad hispana del valle, trabajo en la oficina de Extensión de la Universidad de Nevada Reno, allí ejerzo como educadora comunitaria, facilito programas de alcance a la comunidad, dirigidos más que todo a mejorar la calidad de vida.

“Tengo la posibilidad de atender a diferentes grupos, desde niños hasta personas consideradas de la tercera edad o adultos mayores, pero los pequeños son mis alumnos preferidos, me siento realizada al materializar con ellos diversas actividades”, advierte la entrevistada con un brillo especial en los ojos. 

“Para mi, destaca, la educación es la llave que abre puertas en la vida y es un proceso eterno... todos los días debemos aprender algo nuevo”.

Conversa de la música, de la comida que distingue a su país, de las raíces “me gustan diferentes géneros musicales, sin embargo la música venezolana encabeza el listado, comenta sonriente, me gusta bailar un buen joropo, con o sin pareja. 

“Me alegra mucho, dice, saber de artistas venezolanos, sé de jóvenes y músicos venezolanos que andan por el mundo entonando bellas piezas musicales. 

“Soy de buen apetito, añade, pero debo admitir que de preferencia me como un buen plato de comida venezolana; en mi casa no faltan las famosas arepas venezolanas, ya mis hijos han aprendido a hacerlas, eso me llena de orgullo, porque es lo nuestro”, enfatiza. 

“Deseo y pido a Dios por la libertad y el retorno de la democracia a mi patria, subraya, Venezuela sufre de una narco-dictadura criminal que ha llevado a nuestro pueblo a tremendos niveles de pobreza; el venezolano no tiene poder adquisitivo, los salarios son demasiado bajos para el nivel de inflación que se vive allí. 

 

“El desgobierno de mi país, argumenta, ha deteriorado todo y las familias se han visto en la necesidad de ver a muchos de sus miembros partir a otras latitudes en busca de recursos y oportunidades para poder subsistir y ayudar a los que han dejado atrás; hay más de 6 millones de venezolanos por el mundo y le garantizó que añoramos nuestra tierra y ansiamos regresar a ella”, concluye. 

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