Editorial: Un buen maestro inspira, enseña el camino...

“Los profesores afectan a la eternidad, nadie puede decir donde termina su influencia”

                                 Henry Adams

 

“Gracias profe por enseñarme a volar alto”. Estas palabras dicen del quehacer del buen maestro, de su dedicación y constancia, del amor con que educa. Su influencia dura toda la vida.

No es descabellado apuntar que ser maestro es el trabajo más importante, él se encarga de ‘sembrar’ valores, sabiduría ciencia, amor y curiosidad para tener frutos de éxitos en el proceso de aprendizaje, y claro, en el futuro.

Cuando centenares de personas, miles, millones, piden salarios justos para los maestros y sus asistentes, no es más que un acto de soberana justicia. Que bueno es que los propios padres comprendan, tengan conciencia plena de lo relevante que resulta la labor del maestro.

Vale tener claro que ser maestro no es cubrir un horario de clases, impartir un programa o contenido de clases, es formar gente provechosa, exitosa para toda la vida, orgullo de la familia, los vecinos, los compañeros de estudio y de trabajo, la comunidad.

Ser maestro es -literalmente- ‘sembrar’ en el presente valores, sabiduría, conocimientos, amor y curiosidad, indispensables si se quiere tener éxito mañana.

No se puede perder de vista que el mejor maestro no es el que más sabe, es aquel que enseña con amor y dedicación el camino de la vida.

Cuán grato resulta que pase el tiempo y el alumno-hombre (en un encuentro) diga a su madre, a su esposa, a sus hijos... ¡este señor fue mi maestro!

Quien es maestro deja huellas, trasciende dentro del alumnado, y esa capacidad no la tienen todos los docentes, es algo privativo de quienes enseñan, posibilita que otros construyan.

Se es maestro precisamente cuando se orienta, se conduce, se brinda amor, se acompaña, va más allá de impartir conocimientos, es quien permite que sus estudiantes hagan suyas las herramientas precisas para salir adelante en el proceso de aprendizaje y en la vida misma, es el que cala muy dentro de sus alumnos.

Muchos hombres y mujeres del valle comentan en sus pláticas: “Le debo lo que soy al profesor Isaac Barrón”. Es que éste va más allá de las materias que imparte, dedica tiempo a motivar, a platicar con sus subordinados de la vida, sus exigencias, se empeña en proveer las herramientas, y lo hace con una gran dosis de amor y dedicación.

El maestro cree en su salón de clases, en el tiempo que dedica a sus alumnos, brinda especial atención a ese espacio, platica de lo que es necesario para salir a encarar la vida.

¿Es difícil ser maestro? Muchísimo. Controlar a un grupo de personas de diferentes caracteres e intereses, manejarlo, motivar, enseñarles, guiarlos, estar atentos a su comportamiento, a los problemas que le afectan en su vida diaria y que muchas veces ‘trasladan’ hasta el salón de clases, ayudar...

Es precisamente ahí cuando sale a relucir el buen maestro, el que se acerca, pregunta, se interesa, aconseja, apoya. Felicidades.

Top