La imagen del abrazo del capitán de Argentina, Lionel Messi, al joven Julián Álvarez, que se convierte en una de las figuras de la Albiceleste en el Mundial -tras su brillante actuación en semifinales-, es quizá la que más le ha dado la vuelta al mundo en los últimos días.
Más allá del reconocimiento a la labor en conjunto de ambos futbolistas en el triunfo sobre Croacia (3-0), en el que fueron las figuras más destacadas y que le dio el pase a Argentina a su sexta final mundialista, muchos han querido interpretar un relevo generacional.
La imagen encierra alegría. La magia desplegada por ambos en el penúltimo encuentro de la Albiceleste en el Mundial: Álvarez protagonizó los tres tantos -además de los dos que anotó, en el primero sufrió la falta que derivó en el penalti marcado por Messi-, el último de los cuales fue una bella obra de arte creada por el ‘maestro’ y rubricada en línea de gol por el ‘aprendiz’.
Al cordobés, de 22 años, se le habrá pasado por la cabeza más de una vez en este Mundial, en el que comenzó como suplente y terminó afianzándose no solo en la titularidad sino entre los jugadores destacados, aquel día en que se tomó una foto junto a su ídolo, hace ahora algo más de 10 años.
Aquel niño, nacido en 2000, cuando Messi (Rosario, 1987) estaba en pleno traslado entre su ciudad natal y la que lo consagró futbolísticamente, Barcelona, no podía aguantar la sonrisa cerca de su referente.
En su pueblo, Calchín, soñaba con convertirse algún día en alguien parecido a ‘La Pulga’.
Ambos han tenido a Pep Guardiola como entrenador: Messi en el Barcelona y Álvarez en el Manchester City.
Lo que el joven cordobés no imaginaba es que disputaría junto a su ídolo la final de un Mundial de fútbol, anhelada instancia de cualquier futbolista que, en este caso, puede darle a Argentina la tercera estrella universal, tras las conseguidas en casa en 1978 y en México en 1986. Buenos Aires (EFE)