Sobre el escenario Trío D’3, de la mano de un pianista inquieto

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Por Roberto PELÁEZ

Conversar con Amaury Leyva es como hojear a un libro de anécdotas; espigado, siempre con una sonrisa a flor de labios, su inquietud musical lo lleva a fundar en la “ciudad que no duerme” Trío D’ 3, que representa un reto para los bailadores y los amantes de la música tradicional cubana, pero -dice- con una onda distinta.

Desciende de su Buick color blanco y se adentra en las oficinas del semanario El Mundo, tras el saludo, apunta: “I love my Buick”. Luego comienza a platicar de música cubana tradicional, esa que resiste el paso de los años. 

Viene de Villa Clara, una provincia en el centro de la isla, y no lo piensa dos veces para reconocer que lo musical lo trae en la sangre, lo heredo de mi abuelo y mi papá, ya usted sabe, apunta, lo que se hereda no se hurta; sin querer queriendo me veo rasgando la guitarra.

Pongo todo mi empeño en aprender de notas, arpegios, los acordes, y me percato casi de inmediato que lo mío es la música... es difícil, no vaya usted a pensar que esto es subirse a un escenario y ‘maltratar’ el instrumento, noooooo.

Es tal mi dedicación, prosigue, que luego de un buen tiempo en eso del estudio, fundo en Cienfuegos -la tierra de Benny Moré- un quinteto, después en Varadero la compañía ‘Coral negro’, siempre en el piano, y como director artístico.

En 1994 me voy a La Habana y allí me incorporo a la conocida agrupación Mangüaré, al lado de músicos relevantes como César Pedroso y Pancho Amat. Luego paso a Estrellas Cubanas,  acompaño al piano a verdaderos monstruos como Raúl Planas, Rolo Martínez, entonces, resalta, conozco a Omara Portuondo, fíjese, ya eso son palabras mayores. Como en la música, afirma, uno no termina de aprender, pues me fijo en todo lo que hacen pianistas como Rubén González, y ‘Lilí’ Martínez, esos son imprescindibles, puro talento, sin maquinaria detrás para publicidad.

Y ya que hablamos de piano y de música, son cosas que no se pueden separar, expresa, también conozco a Jorge Luis Pratts, y al profesor Frank Fernández, que a muchos aquí les pueden parecer desconocidos, pero son de los buenos del mundo, fíjese, del mundo, subraya.

‘Adorna’ sus respuestas con una anécdota, y recuerdos que los tengo aquí, sostiene, y se lleva la mano a la sien. Mire, soy de los que piensa que la música cubana no muere, tiene un sello que la distingue, para poner un ejemplo, es como un mariachi bien tocado... pasarán los años y la buena música cubana, la buena música mexicana, va a estar presente para disfrute de las futuras generaciones, asegura.

Con casi un cuarto de siglo fuera de Cuba, repartidos, indica, entre México y Las Vegas, soy de los músicos que le gusta ver sudar a los bailadores; por lo general nos presentamos en La Casona, cerca de Flamingo y la Eastern, hace poco estuvimos en la fiesta de los puertorriqueños, es un placer tocar para nuestros hermanos, sin importar nacionalidad... la música es universal.

Si todo va bien, comenta, a mediados de agosto, sale nuestro primer disco, y a ese disco inicial de Trío D’3 le seguirán otros.

Junto a Leyva están en Trío D’3 los músicos Genaro Ortiz (percusión), Ernesto González (bajo), y Jorge Pérez (coro, maracas y güiro), somos una familia unida por el amor a la música, puntualizó el inquieto pianista.

 

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