El 28 de agosto de 2016, la versión que en un principio parecía una broma, una noticia falsa más, pues ya lo habían matado varias veces, horas más tarde se confirmaría dando paso a una tragedia nacional: había muerto Juan Gabriel, “El Divo de Juárez”.
El país se paralizó, era mediodía y las redes sociales en México, Estados Unidos y gran parte de Sudamérica se convulsionaron. La confirmación del fallecimiento del máximo ídolo de la canción mexicana contemporánea puso a llorar a millones de admiradores.
Los más reconocidos periodistas de espectáculos y hasta de información general aparecieron en la pantalla, a pesar de ser día de descanso para algunos de ellos, repetían una y otra vez la noticia mediante transmisiones especiales en televisoras de todo el país. En cadena nacional la confirmación era de no creerse.
Los textos pasaban en el teleprompter una y otra vez. Fragmentos de sus más grandes éxitos se escuchaban continuamente. México se convulsionó, mucha gente no daba crédito a lo divulgado.
En algunos canales de la televisión abierta se proyectaban sus primeras películas, aquellas en las que se daba cuenta de los sueños de un joven compositor nacido en Parácuaro, un pueblito del hoy convulsionado estado de Michoacán, que deseaba triunfar en los grandes escenarios teniendo como dos únicas armas: su voz y sus composiciones.
Ese domingo 28 de agosto por la noche se transmitía en México el último episodio de Hasta que te conocí, serie televisiva que narra la vida del reconocido cantautor, desde el noviazgo de sus padres, Gabriel Aguilera y Victoria Valadez, las difíciles situaciones que marcaron su nacimiento, su infancia y adolescencia, lo que no impidió que cumpliera sus sueños de hacer una carrera musical y obtener la fama.
Como si fuera una ironía del destino, nadie podía creer que al momento de la transmisión de ese último capítulo, en los hogares habría luto y tristeza, familias enteras no se habían despegado del televisor en todo el día atentas a las noticias y coberturas especiales sobre la muerte su ídolo. Pero aún así, vieron el final de la serie, el mismo día que llegó el final de la vida de Juan Gabriel.
La emisión que culmina con el famoso concierto que Juanga, como se le decía de cariño, diera en el Palacio de Bellas Artes en 1990, describe en 13 capítulos la afición y talento musical que mostró desde pequeño, luchando contra las adversidades, como el abandono de su madre, su vida en un internado, su estadía en la cárcel acusado de robo, hasta superar los prejuicios que tuvo que enfrentar para imponerse en el medio artístico y convertirse en un icono musical.
Problemas de salud
En sus últimos años, Alberto Aguilera Valadez presentó varios problemas de salud que se vieron reflejados en algunas de sus presentaciones. En 2014 tuvo que ser internado en Las Vegas, debido a una neumonía, de la que le costó semanas reponerse.
Al año siguiente, achaques respiratorios derivaron en una fuerte bronquitis, de la que fue atendido exitosamente, aunque sus malestares continuaron. Decidió irse a vivir a Cancún, Quintana Roo, pues también le haría bien a su corazón, ya que sufría males cardiacos y diabetes, aunado a un notorio sobrepeso.
Su rodilla derecha fue otro de los padecimientos que sufrió "El Divo de Juárez", problema degenerativo que podría arreglarse con una cirugía. Ese año lo visitó Aída Cuevas, quien dijo que el cantante seguía una rehabilitación. “Se está recuperando, está malito de salud, está con muchas terapias desde la vez que se cayó”, dijo.
Pese a su estado de salud y algunas temporadas alejado de los escenarios, el cantante siempre consintió a sus fans con extraordinarios conciertos, grandes producciones y su enorme talento. Tal es el caso de sus últimas producciones Los dúo y Los dúo 2, que lanzó en 2015.
Éxitos como Querida, Se me olvidó otra vez, Hasta que te conocí, Así fue, Siempre en mi mente, Abrázame muy fuerte, Lágrimas y lluvia y No vale la pena, entre otros, hicieron vibrar durante décadas a miles de corazones.
Su último concierto
Ninguno de los 17 mil 500 asistentes al estadio The Forum en Inglewood, California, imaginó que aquel viernes 26 de agosto de 2016 sería la última ocasión que Juan Gabriel pisaría un escenario. Lo hizo acompañado por un grupo de mariachis, una orquesta y 30 bailarines.
El concierto, parte de su gira “MéXXico Es Todo” inició a las 19:00 horas, momento en que el cantautor apareció con un saco oscuro del cual se despojaría minutos más tarde para lucir ataviado con una brillante camisa azul.
Quizá como un presagio o una muestra del difícil momento por el que atravesaba, debido a los problemas de salud cada vez más frecuentes desde dos años atrás, se instaló una silla estilo colonial en la cual pudiera reposar cuando lo sintiera necesario.
Abrió con el tema No me vuelvo a enamorar, seguido de la canción ¿Por qué me haces llorar? Entre el público algunos enarbolaban una bandera de México, mientras que otros coreaban los temas del cantante, sin perder la oportunidad de grabar aquel momento inolvidable con sus celulares.
Y vaya que fue inolvidable. Un homenaje a su entrañable amiga Rocío Dúrcal con la interpretación del tema Costumbres, una versión en rap de la canción No tengo dinero, con el grupo Zona Prieta, y el éxito Querida, estremecieron aquella noche The Forum.
El cantante no podía abandonar el escenario sin poner a bailar a sus miles de seguidores que no dejaban de aplaudirle para expresarle su cariño, y fue cuando entonces se escuchó El Noa Noa, uno de sus grandes éxitos, acompañado de la frase: "Felicidades a todas las personas que están orgullosas de ser lo que son”.
Ese fue el cierre de aquella fiesta musical, el derroche de talento que en teoría llevaría dos días después al Don Haskins Center, en El Paso, Texas. Pero no fue así. Un infarto fulminante lo impidió.
El día de su muerte
Juan Gabriel tendría que viajar el sábado 27 de agosto a El Paso, pero prefirió quedarse en su departamento en Santa Mónica, California, para descansar, afinar algunos detalles y organizar lo que sería su gira por Centro y Sudamérica.
También recibió a algunos amigos en la casa que tenía alquilada en el lujoso complejo Blü en la ciudad de Santa Mónica. Allí lo tenía todo, desde elevador, gimnasio y un cuarto de spa con jacuzzi. Hubo quienes lo vieron feliz y pleno, pero otros alegarían después que lucía cansado.
La agenda era impecable: el intérprete de “Amor eterno” llegaría hasta el domingo en un vuelo privado que lo trasladaría de Los Ángeles, California, a El Paso, Texas, para realizar las pruebas de sonido tres horas antes de ofrecer su concierto, que estaba programado a las 8 de la noche. Nada podía fallar.
Pero el domingo 28 de agosto, cuando se preparaba para salir al aeropuerto, pidió a uno de sus asistentes que le acercara el tanque de oxígeno, porque sentía dificultades para respirar. El cantante entró al baño y allí colapsó.
El artista recibió toda la atención posible, pero nada pudo hacerse. Su corazón se detuvo, según el reporte del médico forense, por una combinación de su elevada presión arterial, altos niveles de colesterol y diabetes.
De acuerdo con el reporte médico, Alberto Aguilera Valadez murió el 28 de agosto de 2016 a las 11:43 horas. Minutos más tarde las redacciones y los hogares se llenarían de consternación. Y las estaciones de radio, de su música.
Un adiós apoteósico
El lunes 5 de septiembre, miles de personas formaron largas filas a las afueras del Palacio de Bellas Artes, para ver durante unos segundos la urna con las cenizas de Juan Gabriel, que llegó poco antes de las 5 de la tarde al recinto capitalino procedente de Ciudad Juárez, Chihuahua, donde finalmente reposarían sus restos.
Imitadores, bailarines y cientos de miles de admiradores, además de curiosos, acudieron ese día al máximo recinto cultural de México, para despedir a su “amor eterno” entre música, canciones, dolor y muchas lágrimas.
Sus restos fueron colocados en el vestíbulo del palacio por Iván Gabriel, su hijo mayor, quien estuvo acompañado por funcionarios de la cultura y las artes de México. Así, daría comienzo el homenaje musical con uno de los más grandes éxitos de Juan Gabriel “Amor eterno”, en voz del tenor Fernando de la Mora.
Pasaron cerca de 30 horas, en las que ni un instante la urna, grabada con las letras AAV: Alberto Aguilera Valadez, quedó sola. Se calcula que más de 700 mil personas dieron el último adiós al “Divo de Juárez”, entre aplausos, llanto y mensajes de consuelo para su familia.
Versiones extraoficiales indicaron días después que las cenizas nunca estuvieron en la Ciudad de México. A nadie le importó. La gente se quedó con la idea de haberse despedido de él; y nadie le arrebataría esa ilusión.
Disputas por su herencia
Luego de casi tres años de litigios, los abogados de Iván Aguilera, hijo mayor de Juan Gabriel, declararon que él es el heredero universal del cantautor mexicano, aunque seguirán los procesos legales para recuperar algunas propiedades que actualmente están en posesión de terceras personas.
La decisión de la Corte Suprema en México convierte a Iván en el único dueño de todo el “acervo cultural y legal relacionado con Juan Gabriel”, incluyendo sus canciones, casas, materiales audiovisuales e incluso los nombres “Juan Gabriel” y “Noa Noa”.
En mayo pasado, Iván Aguilera señaló que era un día muy importante para él, no sólo por la batalla legal que las instancias judiciales ratificaron a su favor, también por dar crédito al deseo de la persona que más admiró: su padre.
Las teorías fuera de credibilidad rodean su muerte, amigos que lo conocieron en sus inicios como Joaquín Muñoz insisten en que Juanga vive, que se ocultó amenazado de muerte. Y lleva meses diciendo que pronto reaparecerá. En fin, Juanga vive, sí, pero en el recuerdo de sus admiradores, quienes siempre le jurarán "amor eterno". México (NOTIMEX)