La puertorriqueña Carmen Rivera... 80 años de amor al prójimo

Por Roberto PELÁEZ

De origen puertorriqueño Carmen Rivera vivió en Nueva York, y desde 1976 reside en esta ciudad. Recientemente estuvo ingresada en el hospital “por alguna complicación de la diabetes”, dice.

Tras recibir el alta médica, se entregó por entero a lo que más le gusta “servir a la gente”. 

El conocido pastor Marko Gamboa significa: “ella es un ejemplo, tiene una marcada vocación de servicio”.

Rivera, de 80 años, está consciente de que hay muchas personas necesitadas “está llegando mucha gente -explica-, son familias enteras que necesitan ayuda, y me puse a hacer pan... nunca cuento la cantidad que hago, pero en esta oportunidad hice unos 200.

“Mi deseo era que estuvieran listos y presentarme en el Centro Cristiano el Shaddai para entregarlos a las personas necesitadas, vaya, es como una forma de ayudar, eso es lo que me gusta, tender la mano a quienes tienen menos... ¿qué puede tener un recién llegado? Se pregunta. El gobierno no puede ayudar a tantas personas, hace falta gente con deseos de ayudar, que se sensibilice”, resalta.

El pastor Gamboa, atento a la conversación, acota: “siempre le digo a la gente que por Carmen aprendí a servir, a sentir una satisfacción interior tremenda cuando le tiendo la mano a alguien, cuando ayudo a la comunidad, más aún en estos tiempos, desde la pandemia hasta hoy”, asevera.

“Carmen es un ejemplo tremendo, a pesar de los muchos años que la conozco, no imaginé que saliera del hospital y se pusiera a elaborar panes, no es algo que se haga en pocos minutos, lleva su tiempo, dedicación, una cuota de amor y deseos de servir, y se apareció durante la entrega de comida para regalarle pan a la gente”, comenta Gamboa.

“Por eso no cuento los panes, apunta la puertorriqueña, cómo voy a contar los panes que hago si son para los pobres, muchas veces para quienes no tienen nada... me enteré que iban a dar pavos en el Centro Cristiano y quise que la gente también se llevara a casa pan, para que lo compartiera en familia, eso me hace feliz, ¿se da cuenta?”.

Siempre le digo a Marko que en la comunidad hacen falta personas como él... y claro, también como la bondadosa Carmen.

 

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