Marychuy Valadez: En Las Vegas con el corazón en Guanajuato

Por Roberto PELÁEZ

Aunque han transcurrido 11 años desde que se despidió de su natal León, en Guanajuato, México, Marychuy Valadez ni por un momento olvida la tierra que la vio nacer.

“Al principio, como le ocurre a muchas personas, era más difícil, sentía más nostalgia, apunta, me adapto, me voy acostumbrando a la vida en Las Vegas, pero el lugar donde nací vive dentro de mi”, precisa.

La hija de Martha y Jaime considera que en lo concerniente a extensión territorial Guanajuato es de los estados medianos dentro de la república mexicana, “y en población, dice, creo que estamos entre los cinco más poblados del país.

“Guanajuato es una ciudad preciosa, asevera, casi mágica, es patrimonio de la humanidad, el Teatro Juárez, la Universidad, el Palacio de Gobierno, la Calle Miguel Hidalgo, el llamado Callejón de la Condesa, el Callejón del beso, el Jardín del cantador, las minas, la Sierra de Santa Rosa... son lugares preciosos que no puedo olvidar y que todos debieran visitar un día, conocerlos”, comenta emocionada.

La entrevistada llega a Las Vegas con el primer año de preparatoria vencido, “aquí, precisa, estudio durante 10 meses hasta graduarme de terapeuta en sanación, que es algo así como buscar la causa de los problemas, tener conciencia de ellos, sobre la base del amor, no del rencor.

“Me gusta estudiar, sostiene, en el 2007 tomé clases en un curso de superación personal relacionado con el desarrollo humano, es algo que me gusta, considero muy beneficioso que cada vez más tengamos la posibilidad de conocernos, sobre todo con una base científica, bien argumentada, que sirva como herramienta en nuestra aspiración de salir adelante, que es el propósito de casi el ciento por ciento de los migrantes.

“Sabe qué otra cosa me gustaría mucho, pregunta, pues encontrar, conocer a otros guanajuatenses, reunirnos, tal vez formar una organización, realizar actividades, promover nuestra cultura, hablar de danzas, trajes típicos, platos, costumbres y tradiciones”.

Marychuy Valadez ha tomado parte en tres versiones del conocido ‘Monólogos de la vagina’, “había escuchado de él, recuerda, me acerco esta pieza escrita para teatro, aprendo aun más del mensaje que trasmite, me embullo y ya luego apoyo a Érika Grimaldo en la organización, hasta que este año asumo como organizadora y estoy muy orgullosa de lo que conseguimos.

“Primero integro el grupo de las gemidoras, indica, y como le digo aprendo, en la version que pusimos a disposición del público recientemente tomaron parte 30 personas (26 mujeres y cuatro hombres), con mucho respaldo del público, y estoy muy embullada, en el 2020 voy a trabajar con el mismo equipo, si Dios lo permite”. El viernes primero asistieron 178 personas, y el sábado 2 acudieron 295.

A la jovencita Ameyalli, de 16 años, hija de Marychuy, en esta oportunidad la puesta teatral le gusta más en que versiones anteriores, o tal vez la comprende, “ella estudia, quiere ser trabajadora social, explica la madre, y el varón (Iván) tiene cinco, quiere ser policía... los dos son bilingües”, acota la entrevistada.

Ya en la despedida Valadez se vuelve y pregunta: “ha comido usted las ‘guacamayas’, es uno de nuestros platos típicos”. Ante el asombro de mis ojos, da por descontada la respuesta y explica: “es un bolillo al que se le pone dentro chicharrones de puerco y salsa pico de gallo muy picosa”.

 

Israel García, mi compañero de trabajo, nos mira y atina a comentar: “de solo escucharla tengo hambre”.

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