Un amigo que espera siempre e instruye

Por Roberto PELÁEZ

 

Este domingo 23 es el ‘Día Mundial del Libro’, se da por sentado que La Biblia, El Principito, Harry Potter, El Código Da Vinci, Don Quijote de la Mancha, tienen muchas cosas en común, pero el denominador común que salta  a la vista es que ¡son libros! Cada uno de ellos pertenece a diferente género, tiene desigual aceptación, distintos números de páginas, se puede acceder a ellos en línea... 

Un libro puede -o no- acompañar al lector de por vida, se puede leer un ejemplar en la niñez, en la adolescencia, y recordarlo aunque pasen los años. Depende de la impresión causada en el lector.

Las obras de aventuras, cuentos infantiles, para adultos, de matemática, historia, sicología, geografía, las interesantes biografías, las novelas clásicas, por lo general cuentan con mucha aceptación, es más, los libros llevados al cine conforman una cifra significativa.

El lector puede simpatizar con este o aquel escritor: Juan Rulfo, Carlos Fuentes u Octavio Paz... con Mark Twain, Ernest Hemingway o Agatha Christie; con piezas como Robinson Crusoe, El Conde de Montecristo, Los tres mosqueteros, la Vuelta al mundo en 80 días, Moby Dick, La isla del tesoro, Veinte mil leguas de un viaje submarino.

¿Cuántos países, lugares, personajes, historias, se pueden conocer gracias a la lectura?

No se equivocan quienes aseguran que el libro es un amigo fiel, sin dudas contribuye a adquirir cultura general, permite adquirir las herramientas, los conocimientos para platicar de este tema o de aquel otro, poder escribir, aprender, emitir un criterio con propiedad, y lo que es mejor, cada obra facilita -si se lee con detenimiento- mejorar de manera ostensible la ortografía, y éste es otra de esas cosas (buena o mala) que acompaña de por vida.

A veces hasta una carta de amor he echado por tierra las intenciones del enamorado sólo por su pésima ortografía, por no leer, empeñarse en escribir correctamente.

Algunos consideran que por lo agitado de la vida cada vez se lee menos, pero lléguese a una biblioteca y verá a muchas personas inmersas en la lectura.

Otros se quejan porque en casa todos están pendientes del teléfono -apenas se hablan entre sí-, pero lo importante es saber si lo que leen es instructivo, les aporta, los prepara para la vida.

 

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