Una Rosita que no se marchita... Cuatro décadas y más en los EU

Por Roberto PELÁEZ 

Llego a este país en abril de 1978, o sea, hace más de cuatro décadas, con sólo 15 años y poca ropa en una maleta, viajo procedente de Nicaragua, donde la guerra era inminente. Recuerdo que el gobierno sandinista se apodera de todos los bienes de mi padre, teniente coronel retirado de la época de Somoza.

Nos instalamos rápido cerca de una familia mexicana en Livermore, California, y los fines de semana voy a recoger uvas a un viñedo llamado Concanon... allí me percato del trabajo duro de los inmigrantes, bajo un calor poco menos que insoportable, el agua desde un camión, para refrescar, nos parece la gloria, nuestra salvación. Sé muy bien lo que es trabajar casi de sol a sol, resalta la entrevistada.

Rosita Morales hojea un cuaderno con la carátula gastada por los años. Y prosigue: Comienzo a ir a la secundaria Livermore High, luego mi hermana me consigue trabajo en la misma tienda de ropa donde ella labora... es mi primer trabajo seguro, allí estoy en navidad y durante el verano.

Sí, responde, entro a Estados Unidos con residencia, años atrás mi hermana realiza trámites, después estoy alrededor de dos años en largas filas frente a la Embajada para recoger mi residencia, explica.

A los 19 años Rosita contrae matrimonio con Filemón Morales, el padre de sus seis hijos (cuatro mujeres y dos varones). Gracias a Dios, y a la educación que les inculcamos, los seis tienen una carrera profesional, enfatiza orgullosa.  

Mi hijo mayor, del mismo nombre de su padre, es graduado de Administración de Empresa, es veterano de guerra, estuvo en Irak tres veces, externa la madre. Alejandra también es Marine, abunda, está destacada en Yuma, Arizona, es especialista en radares, trabaja para la torre de control de la base aérea de los Marines en Yuma, es la única mujer en ese tipo de trabajo.

Andrea, continúa, es psicóloga infantil; Linnette tiene un master en Arte, es pintora, y David es técnico en computación, y mi hija más pequeña está en la preparatoria.

Pero ¿Y Rosita? Estudio por dos años contabilidad y recursos humanos, en esa rama desempeño mi trabajo, además tengo un diploma de asistente médico, concluí a una escuela de cocina por dos años, señala, y suelta una sonrisa... luego enfatiza: periodista un día de estos lo voy a invitar a ‘una ropa vieja’, como dicen los cubanos. En medio de todo eso, pues encuentro tiempo para escribir un libro de cocina

El primer consulado móvil

En 2001 llego a Las Vegas, enseguida contacto a otros nicaragüenses, y me percato de que una de las necesidades es que venga un Consulado Móvil para gestionar documentos, redacto una carta en que expongo nuestras preocupaciones y necesidades, debo apuntar que el cónsul Manuel Salvador Abaunza es muy receptivo y al poco tiempo se lleva a efecto el primer Consulado Móvil, algo muy importante y de mucho impacto en nuestra comunidad, recalca.

Después diferentes cónsules realizan visitas de trabajo a Las Vegas, atienden las necesidades de los connacionales, mientras nuestra organización estrecha vínculos con otros grupos comunitarios, organizamos eventos, damos a conocer nuestra cultura, participo en “Ya es hora ciudadanía’ y muchas otras actividades.

¿Y el libro de cocina? Oh, sí, publico un libro sobre la cocina tradicional nica, además de otras cosas que aprendo, mis recetas, lo hago con mucho cariño, es una edición pequeña, estoy muy orgullosa de mi libro, apunta, y vuelve a sonreír.

Una voz autorizada

 

Este es un país de oportunidades si se aprovechan, subraya, la mejor manera de hacerlo es aprender el idioma, sin él estás mutilado, sin educación también, dice... sé que cuesta trabajo pero se puede, con seis hijos voy a la escuela por la noche y trabajo a tiempo completo, enfrento obstáculos, sin embargo salgo adelante, veo crecer a mis hijos, los veo graduarse, hacer sus familias, le doy gracias a Dios y también a mi esposo por la crianza que damos a los hijos, el interés en su educación que es la clave del éxito; aprendo de la comunidad hispana y trato de ser recíproca, de ofrecer lo mejor, concluye.

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