Editorial: El legado de una estrella

La vida pende de un hilo, de un  hilo delgado, frágil, quebradizo, endeble por más señas, y el domingo 26 se encargó de recordarlo con una noticia que estremeció al mundo.

De repente, de manera casi impensada, el hilo del que pendían las vidas de nueve personas, dijo literalmente ‘hasta aquí’, un golpe bajo, cruel, terrible, que sumió en el dolor a personas en todas las latitudes.

La súper estrella de la NBA Kobe Bryant y una de sus hijas perecían en un accidente, junto a otras personas, amistades con unas ansias enormes de vivir. A los familiares, a los amigos de cada uno de ellos, a sus admiradores, las condolencias.

Bryant es uno de los deportistas más conocidos del mundo, los números que dejó están reservados a los jugadores extraclase, a los excepcionales, a esos que nacen muy de tarde en tarde.

Cinco anillos de campeón en la NBA, cuarto en el listado de los mejores anotadores de la historia, dos títulos olímpicos en defensa de los colores de Estados Unidos, dos veces el mejor baloncestista de la liga... cuántos pueden mostrar un palmarés así. Pocos, poquísimos, sobran los dedos de una mano. Estuvo 18 veces en el partido reservado a las estrellas. Jugó 20 temporadas para los Lakers.

Muchas veces se ha dicho que los números tienen una alta dosis de frialdad, y el legado de Kobe Bryant sin dudas va más allá de cifras.

Michael Jordan lo calificó como un ‘competidor feroz’, o sea, de esos que no se dan por vencidos nunca, que hacen gala de una mentalidad ganadora, que se meten al público en el bolsillo, acaparan reflectores, titulares, y hasta los rivales se quitan el sombrero.

Letal al ataque, sumó seis partidos de 60 unidades, y en un compromiso sumó nada menos que 81, de ahí precisamente el apodo Mamba Negra -en alusión a una serpiente venenosa de África- que hizo famoso, conocido en todos los confines. Tal era su agresividad.

El legado de Bryant tiene que ver con su ética de trabajo, su entrega, la manera de inspirar, su calidad humana, la mentalidad, lo intenso de su acondicionamiento, la pasión; muchos demoran una vida en saber qué quieren, cuáles son sus sueños, sus aspiraciones, este legendario jugador supo desde niño que quería ser el mejor baloncestista de la historia. Estaba convencido de que no iba a ser fácil, tendría que sobreponer a las lesiones, al cansancio, a las fricciones con otros jugadores, PARA GANAR, PARA SER EL MEJOR.

El salto que dio de la preparatoria a la NBA es un claro ejemplo de la confianza que tenía en si mismo

Como esposo y padre de familia fue un ejemplo, y más allá de lo estrictamente familiar ganó el premio Oscar en la categoría de Mejor Cortometraje de Animación en el 2018, escribió varios libros, fundó una escuela de deportes, fue un empresario exitoso... 

Es justo decir que Kobe Bryant se valió del deporte, de su ejemplo, de su figura, para unir a los hombres de muchas partes del mundo, eso también forma parte de su inmenso legado. 

Él comprendió algo relevante, algo de lo que deben hacer gala todos los seres humanos y está muy lejos de ser así, se debe ir por la vida dando amor, queriendo a todos, aceptando a todos, sonriendo aquí y allá. 

 

No hay dudas de que en lo anterior está gran parte de su legado, algo por lo que se le recordará siempre. Fuerza.

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