Editorial: El noble gesto de recordar a los caídos

El reto es lo que da sentido a la vida

Lo apresurado de todo, la vorágine del trabajo, el cúmulo de eventos, no puede llevar a pasar por alto una fecha tan significativa como la del pasado martes 7, jornada dedicada nada menos que a los agentes del orden -policías- caídos en el cumplimiento de su deber.

Incuestionablemente la intención de recordar el referido día es, manifiesta la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) generar conciencia en la población mundial acerca de los riesgospermanentes que afrontan los policía que brindan servicios a la comunidad.

El trabajo de las autoridades policiales se enfoca precisamente en ese servicio, en proteger a personas y bienes, hacer cumplir la ley, con el riesgo permanente de la vida.

La aprobación del 7 de marzo como ‘Día Internacional de los Policías Caídos’ tiene como objetivo también homenajear a todas las bajas policiales ocurridas en el cumplimiento de sus funciones, además de apoyar a los familiares de los agentes.

Vale significar que el 30 de enero de 1995 fue asesinado el oficial Raúl Elizondo, a quien se honra cada año, y un centro docente de la ciudad de North Las Vegas lleva su nombre, allí se suscitan pláticas, intercambio de preguntas y respuestas por oficiales y el alumnado, pues los adolescentes y jóvenes están deseosos de conocer cada vez más del policía que perdió la vida.

Quienes conocieron a Elizondo, sus compañeros de labor, coinciden en que era una persona alegre, dedicada a su trabajo, incluso había sido reconocido por la entrega, el empeño que ponía en cada una de las tareas a él encomendadas.

Era también, aseguran, un amante de los deportes, practicaba el levantamiento de pesas y participó en varias competencias de esta modalidad deportiva.  Si no te llevabas bien con él, eras tú el del problema, porque sencillamente resultaba una persona excelente, resaltan, de una trayectoria ejemplar, magnífico comportamiento, y trato camaraderil con la comunidad.

Cada día, cuando un agente del orden se despide de su madre, de su esposa, de sus hijos para emprender, iniciar otra jornada laboral, no sabe a qué se va a enfrentar en su noble empeño de salvaguardar a la comunidad, enfrentar los delitos e infracciones de la ley; al salirle al paso a lo mal hecho, encarar a delincuentes, pone en riesgo su vida.

No se trata de cuidar, proteger a la comunidad, a sus compañeros, muchos oficiales también se esmeran, tienen a bien cerrar filas con la gente, asistir a múltiples eventos con el marcado propósito de establecer un vínculo, una conexión para que todo fluya de la mejor manera en favor del orden, de la tranquilidad ciudadana.

Sin dudas tanto Elizondo como otros agentes caídos merecen el respeto y admiración, es preciso valorar su entrega, el compromiso con la comunidad, por eso no es extraño que ante la muerte de un oficial sus compañeros afirmen: “cuando cae un oficial caemos todos, es un día triste”.

El 7 de marzo no debe nunca pasarse por alto. Los oficiales son un ejemplo.   

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