Editorial: La alegría del primer día de clases

Siempre me ha gustado más el primer día de clases que el último

           Escritora Jenny Han

Quedaron atrás los primeros días de clases, y con ellas el nerviosismo, la ansiedad, una significativa cuota de estrés, para dar paso a dosis considerable de alegría.

Poner por primera vez los pies en la escuela (o volver a ella), permanecer unas horas en el salón de clases, conocer a la maestra (o), hacer nuevas amistades, reporta una emoción que dura toda la vida.

Es el momento ideal para que los padres estrechen vínculos con la escuela, se acerquen a los maestros, le platiquen de las características de sus hijos, entablen una relación que debe rendir dividendos en favor de los pequeños, y por qué no, también incidirá en la calidad del proceso de aprendizaje.

Los padres no deben pasar por el alto el hecho mismo de conversar con los menores, enseñarles de la nueva etapa que comienzan, las puertas que se abren en función del saber, la disciplina y respeto para con todos. Recordar que en la escuela se instruye y en la casa se educa. Es preciso motivar, alentar siempre.

El sentido de pertenencia también debe cobrar fuerza, el niño (a) debe aprender a querer, reconocer, decir con orgullo “este es mi maestro, esta es mi escuela”, hacer suyo los colores que distinguen a su centro docente. “La escuela es mi segunda casa”.

Pudiera parecer que esas horas en la escuela, lejos de casa, del juego, el entretenimiento, parecen pesadas, lentas, sin embargo miles, millones reconocerán mañana que “en mi época de estudiante viví los mejores y más felices años de mi vida”.

No fue extraño -ni lo será nunca- el recordar con cariño la escuela, los maestros, los amiguitos, (as) y los libros, las primeras lecturas, el decir dentro de pocas semanas... ¡ya sé leer! Se abre un mundo nuevo ante los ojos y la mente. Es emocionante.

Cuánto de sano orgullo hay en las palabras del pequeñín cuando apunta: “mamá, ya sé hacer las cuentas”. Debe germinar entonces esa pequeña semilla que ‘sembró’ el maestro (a), el agradecimiento, el respeto, la admiración. Gracias maestro por tanto, por lo que usted significa para la sociedad, por ‘sembrar’ en tantas generaciones.

Prestar atención a lo que se explica en clases, hacer suyos los conocimientos, preguntar para que no queden dudas, ser amables, respetuosos, estudiar, son aspectos por lo que los alumnos deben mostrar apego, y junto a todos ello debe ir siempre una marcada alegría, una emoción que estremezca por dentro.

Claro que ir a la escuela, desde el gesto o la acción de matricular -muchas veces por intermedio de las madres-, trae consigo una responsabilidad, la de estudiar y aprender, poner de manifiesto el respeto y la amabilidad, todo ello sin perder la alegría, el sano orgullo, el deseo de instruirse, el ansia inmensa de leer, de conocer.

Miles de niños inician una nueva etapa de sus valiosas vidas, transitan por el camino del saber, lo hacen con alegría.

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