La Columna Vertebral: México... ¿el nuevo muro de Trump?

Por José LÓPEZ  ZAMORANO

Como en un cuento de fantasías, México pareció transformarse de la noche a la mañana en El Muro de Trump, pero no en la frontera común, sino en la frontera con el Triángulo del Norte.

Bastó la amenaza o el “bluff” imprudente del presidente Donald Trump de una guerra comercial con aranceles o tarifas comerciales ascendentes –que habría sido perjudicial tanto para estadounidenses como para mexicanos- para doblarle el brazo al presidente Andrés Manuel López Obrador.

Desde meses atrás, México había aceptado el despliegue de la Guardia Nacional y una versión “light” del polémico programa “Quédense en México”, pero las dimensiones del despliegue de 6 mil elementos al sureste y su acelerada llegada son indudables concesiones mexicanas que validaron la política del garrote de Trump.

Desde un punto de vista, la decisión del gobierno mexicano fue una cesión responsable para evitar un periodo de inestabilidad y volatilidad financiera que habría golpeado a México y a los mexicanos, ahuyentado a las inversiones foráneas y disparado la cotización del dólar sobre el peso, un fantasma que aterroriza a gobiernos mexicanos de todas las ideologías.

Pero también habilitó al gobierno de Trump con la clave para ejercer nuevas presiones y extraer nuevas concesiones si la estrategia de contención y refugio no funciona en los próximos 90 días. Es decir, México no logró desprenderse del todo de la amenaza de guerra comercial, sólo dejarla temporalmente suspendida en el ambiente.

Tanto Trump como México se perciben ganadores. Trump porque logró validar su estrategia de confrontación y sofocar la naciente revuelta dentro de las filas de los republicanos del Congreso, que parecían más dispuestos que nunca a aprobar un voto de repudio a su presidente.

México se percibe ganador porque no aceptó la más extrema de las exigencias de Trump, la de ser declarado –paradójicamente—como un “Tercer País Seguro”, de tal forma que se vería obligado no sólo a aceptar temporalmente a los migrantes centroamericanos, sino a procesar en territorio mexicano sus casos de asilo.

Pero el éxito de esta negociación migratoria no se mide por la distancia entre las demandas originales y las finales, que sólo son posturas tácticas, sino por el efecto real en personas de carne y hueso, en este caso los migrantes que bajo la ley internacional merecen un trato digno y que sus solicitudes de asilo sean escuchadas con apego al debido proceso. 

Bajo esa lógica está muy claro quienes fueron los perdedores principales de la apuesta imprudente del presidente estadounidense. 

 

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