Opinión: Cómo debemos los periodistas cubrir a Trump

Miami. Hace unos días, cuando Donald Trump fue acusado criminalmente de 37 cargos por retener en su casa de Mar-A-Lago documentos secretos, cientos de sus simpatizantes salieron a protestar frente a la corte federal donde se presentó el expresidente. Éramos más periodistas que manifestantes. Pero sus gritos, su indignación y sus mensajes se escucharon fuerte.

La policía y el gobierno de la ciudad de Miami tomaron la decisión de no dividir con barreras metálicas, ni con agentes, a los manifestantes de la prensa. La idea, dijo el alcalde Francis Suárez, era no limitarle a nadie su libertad de expresión. De tal manera que los seguidores de Trump podían desgañitarse, presentar su cartelones -“Yo apoyo a Trump” o “Prensa mentirosa”- y hasta insultar con megáfonos a los periodistas independientes, a quienes ven como sus enemigos, frente a las cámaras de televisión de todo el mundo.

El resultado era previsible; eso se convirtió en una selva.

Ellos tenían el derecho de manifestarse. Nosotros los periodistas tenemos el derecho y la obligación de informar y de decir la verdad. Y eso muchas veces nos enfrenta. Ni modo.

Nuestras dos obligaciones periodísticas son cuestionar a los que tienen el poder y reportar la realidad tal y como es. Y la realidad es que, por primera vez en la historia, hay un expresidente estadounidense y candidato presidencial que ha sido acusado de violar la ley al retener decenas de cajas con documentos clasificados, incluyendo nucleares y militares. (Él dice que tenía el derecho de llevárselos y que el juicio es una “interferencia electoral”.) Además, en una corte estatal de Nueva York, Trump fue acusado de falsificar documentos por el pago a una actriz, con la intención de que guardara silencio sobre una supuesta relación (que Trump niega). Y un jurado lo encontró “responsable” de abusar sexualmente de E. Jean Carroll en el vestidor de una tienda de Nueva York. (Él dice que no la conoce.)

Esa es la realidad.

Pero hay más. Trump también hizo comentarios racistas en el 2015 cuando dijo que los inmigrantes mexicanos eran “criminales” y “violadores”. Cuando fue presidente, separó cruelmente a miles de niños inmigrantes de sus padres. Y, de acuerdo con el conteo del diario The Washington Post, el exmandatario mintió o dijo algo falso 30 mil 573 veces mientras estuvo en la Casa Blanca.

Esta es información que los periodistas no podemos ocultar. De hecho, tenemos la obligación de referirla, una y otra vez, cada vez que reportamos sobre Trump. Por ejemplo, luego que el expresidente fuera arrestado, liberado por un juez y saliera de la corte en Miami, se fue a realizar un acto de campaña en el famoso restaurante Versalles, en la zona de la Pequeña Habana. Muchas estaciones de televisión, incluyendo donde yo trabajo, transmitimos en vivo esa parada del candidato presidencial antes de ir al aeropuerto. Pero hubiera sido un error periodístico y de juicio, solo transmitir las declaraciones de inocencia de Trump y no decirle a la audiencia que se trataba de un individuo que acaba de ser acusado criminalmente en una corte federal. Y que tiene un largo historial de acusaciones e investigaciones. No basta apuntar que ni siquiera quiso probar el sabroso y explosivo cafecito.

Trump no es un candidato y un expresidente normal.

Por lo tanto, cada vez que miente al decir que ganó las pasadas elecciones presidenciales y que hubo un fraude electoral, es preciso informar que no es cierto y que perdió claramente, tanto en votos electorales como en el voto popular. La mayoría de los republicanos, según algunas encuestas, sigue creyendo la “gran mentira” de Trump, como se le ha llamado. Y pueden pensar lo que quieran. Pero los reporteros tenemos que decir que Trump miente y que ese tipo de falsedades ponen en peligro a la democracia estadounidense. No podemos repetir el error de la campaña presidencial del 2015 y 2016 en que los medios le dieron a Trump muchas horas de televisión y cobertura periodística sin cuestionar lo que decía.

No es fácil lidiar con Trump. Proyecta un aura de todopoderoso y suele responder a quienes lo critican con insultos y un exceso de fuerza. Cuando lo enfrenté en una conferencia de prensa en Dubuque, Iowa, en el 2015, en lugar de contestar mis preguntas sobre migración, me sacó del salón con un guardaespaldas. No soporta que lo cuestionen. Y su principal temor es encontrarse con alguien que no responda a sus señales de intimidación. Por eso, como periodistas, no hay más remedio que ponerse siempre al tú por tú con él.

Por eso fracasó el reciente debate de Trump en CNN. El error no fue solo llenar abrumadoramente la audiencia con simpatizantes de Trump. El formato puso a la conductora en una posición imposible y le dio a Trump todas las ventajas. El león quedó suelto. Ahora, en retrospectiva, queda claro que había que detenerlo, corregirlo e interrumpirlo cada vez que dijera una falsedad; aunque se enojara, aunque la audiencia rugiera, aunque amenazara con irse, aunque el debate y la transmisión tuvieran que ser interrumpidos. 

Eso es hacer periodismo.

“La verdad no es neutral”, dijo en el 2021 en CNN el famoso periodista del caso Watergate, Carl Bernstein. “Donald Trump es un mentiroso en serie, como alguna vez le llamé. Y espero que no parezca que tengo un prejuicio porque así es como lo considera la mayoría de los republicanos en el senado. Tenemos que hacer un mejor trabajo explicándole a nuestros lectores y a nuestra audiencia qué es lo que hacemos y por qué lo hacemos”.

Aquí he tratado de explicarles de manera pormenorizada por qué cuestiono tanto a Trump. Y por qué hay que seguirlo haciendo consciente y disciplinadamente. 

Tenemos que cubrirlo; después de todo es un expresidente muy influyente, va adelante en las encuestas de candidatos del partido republicano y podría regresar a la Casa Blanca. Pero no podemos dejar que él imponga su agenda sobre nuestra obligación de hacerle preguntas incómodas.

Si al final de cuentas, a pesar de todo lo que sabemos sobre Trump, él gana las próximas elecciones presidenciales, habrá que respetar el resultado y la decisión de la mayoría. Pero, mientras tanto, nuestro trabajo periodístico es cuestionarlo constantemente, y que la gente y los votantes vean a Trump tal y como es, no como él quisiera que lo viéramos.

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