Opinión: Con la reforma... Más vale tarde que nunca

En este 2014 van a tratar de lograr lo que debieron hacer en el 2009: una reforma migratoria que legalice a la mayoría de los 11 millones de indocumentados.

Lo sé: parece el cuento del lobo feroz que nunca viene. Pero si recordamos correctamente, al final del cuento el lobo llega. Espero que lo mismo ocurra con la reforma.

No deja de sorprenderme el optimismo de los inmigrantes sin documentos y, particularmente, el de los Dreamers: no importa cuántas veces los políticos digan que no, ellos siguen insistiendo. Reconozcámoslo: quienes han mantenido vivo este movimiento son los Dreamers, estos valientes jóvenes -que llegaron de niños ilegalmente a este país- que se meten en las oficinas de los congresistas, se hacen arrestar y no paran sus campañas por la internet. Ellos son los verdaderos héroes de los inmigrantes.

Ahora, déjenme regresar al 2009, el año en el que se suponía se iba a aprobar la reforma migratoria. El candidato Barack Obama lo había prometido en campaña un año antes –“Lo que puedo garantizar es que tendremos en el primer año una propuesta migratoria que yo pueda apoyar” – y ambas cámaras del congreso estaban en poder del Partido Demócrata.

Entonces ¿por qué no hicieron nada? Porque había otras crisis más importantes, me dijeron dos personas que trabajaban para el presidente Obama en ese 2009.

“La realidad es que en su primer año, la economía –que estaba en una recesión e iba hacia una depresión- fue su principal atención”, me dijo Rahm Emanuel, quien era jefe de gabinete de la Casa Blanca en esa época (y hoy es alcalde de Chicago).

Además, Estados Unidos peleaba dos impopulares guerras, en Irak y Afganistán. Pero ciertamente el temor de que el sistema económico se desmoronara –con bancos cerrando, un gobierno sin liquidez y sin salida viable- lo dominaba todo.

Obama “heredó una economía mucho peor de lo que cualquiera anticipó”, me dijo Janet Napolitano, quien en ese 2009 era la Secretaria de Seguridad Interna. “El hecho concreto es que el principal tema cuando él asumió la presidencia tenía que ser la economía”.

Hillary Clinton, como candidata presidencial, dijo en el 2008 que si ella ganaba la Casa Blanca, propondría una reforma migratoria durante los primeros 100 días de mandato. Sin embargo, su esposo el expresidente Bill Clinton me dijo a finales del 2013 que Obama, ya en la Casa Blanca, fue rebasado por la mala situación económica. “Tú olvidas que el primer año en que él estuvo en el poder”, me dijo Bill Clinton, “él primero tenía que evitar que el país y el mundo se sumieran en una gran depresión”.

Estamos todos de acuerdo. La economía era la prioridad en el 2009. Pero eso ya lo sabía Obama en el 2008. Entonces ¿por qué promete algo que no podía cumplir?

Fue, sin duda, una oportunidad desperdiciada. En noviembre del 2010 el Partido Republicano retoma el control de la Cámara de Representantes con la clara intención de no darle a Obama y a su partido un solo triunfo político. Y ahí se quedó atorada la reforma migratoria.

Saltemos ahora al 2014. En la primavera de este año tenemos la última oportunidad en mucho tiempo para aprobar una reforma migratoria. Ahora ya no está en manos de Obama –que ya ha deportado a casi 2 millones de indocumentados- sino del líder de la cámara de representantes, el Republicano John Boehner. Si no lo hacemos en los próximos meses, la lucha por la Casa Blanca va a opacar todo lo demás hasta las elecciones presidenciales del 2016.

2009 es el mejor ejemplo de lo que pasa cuando se deben hacer las cosas y no se hacen por falta de visión y voluntad política. Hoy está clarísimo que 2009 era el año que se debió aprobar la reforma migratoria. Ojalá sea un error corregible y, pronto, podamos decir: más vale tarde que nunca.

 

 

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