Opinión: El Méxodo, un fenómeno que no se detendrá

Eran los mismos colores de las siete barras rojas y seis blancas de la bandera de Estados Unidos.

Busqué en el monitor de la televisión alguna camiseta verde que indicara la presencia de algún fanático del equipo mexicano pero no la encontré. Estaban ahí pero no se veían. Por eso escogieron ese estadio.

No es ningún secreto que cada vez que juegan un partido de futbol México y Estados Unidos en territorio norteamericano buscan un estadio donde haya más seguidores del equipo de las barras y las estrellas. Pero no es cosa facil. El futbol (soccer, como le dicen aquí) no es más popular que el futbol americano, el basquetbol o el beisbol. Y cuando se trata de un partido para clasificar al Mundial de Brasil 2014, los mexicanos siguen a su selección a donde sea. Incluso Ohio. No importa cuántos años estén en Estados Unidos, siguen apoyando al equipo mexicano.

Lástima que están siguiendo a una selección perdedora. México perdió ese partido 2 a 1 frente a Estados Unidos y está a punto de ser eliminado del campeonato mundial. Esto me recuerda la época en que algunos en la prensa escrita llamaban “ratoncitos verdes” a los jugadores de equipo mexicano; por malos, por su actitud derrotista y, sobre todo, por no echarle ganas. Y desde luego, el equipo mexicano no sintió el amor de las tribunas en Ohio.

La población hispana de Columbus no llega ni al 6 por ciento, según datos del ultimo censo, a pesar de que el nombre de la ciudad lleve el apellido del descubridor de América. En comparación, los latinos somos el 17 por ciento de la población de Estados Unidos. Si el partido de futbol hubiera sido en Los Angeles, Chicago, San Antonio, Miami o Nueva York, el estadio habría estado pintado de verde, no de rojo y blanco. En Columbus, simplemente, no hay tantos mexicanos.

Lo ocurrido en ese estadio es la excepción. Los mexicanos nacidos en México han pasado de menos de un millón en 1970 a 11.4 millones el año pasado, de acuerdo con el Pew Hispanic Center. Es decir, estamos por todos lados.

Este Méxodo –un término utilizado por primera vez en un trabajo académico por el doctor Alejandro Alvarado- surgió, como todo fenómeno migratorio, por algo que los expulsaba de México y algo que los atraía de Estados Unidos. El primer impulso del Méxodo fue por trabajos. Uno de cada 10 mexicanos se ha ido.

Los priístas nunca crearon suficientes trabajos para evitar una estampida migratoria. La llegada de la democracia a México en el 2000 no fue una varita mágica. Sacó a la dictadura del PRI después de 71 años pero no creo los empleos que México necesitaba. Los panistas tampoco.

Tanto el presidente Vicente Fox como Felipe Calderón me dijeron en entrevistas que podrían crear más de un millón de trabajos al año. Pués habrá sido en sus sueños porque ninguno de los dos siquiera se acercó a esa cifra. Ahora, el reto para Enrique Peña Nieto es el mismo: crear las condiciones para que más mexicanos decidan quedarse en México.

Esos jóvenes mexicanos que no encontraron empleos en México los hallaron en Estados Unidos y con salarios mucho mayores. Es muy tentador para un mexicano, que gana 5 dólares al día en México, venirse a Estados Unidos donde puede ganar lo mismo en media hora. Más de la mitad de todos esos mexicanos están trabajando ilegalmente en Estados Unidos. Ese es el primer Méxodo.

El segundo Méxodo es mucho más reciente. Debido a la narcoviolencia que cobró al menos 60 mil muertos en el sexenio de Calderón (2006-2012) -y que el gobierno de Peña Nieto tampoco ha podido detener- vemos algunos cambios en el tipo de mexicano que viene. La crisis económica que entró en el 2008 se ha hecho sentir y, por lo tanto, los mexicanos ya no vienen a Estados Unidos solo a buscar trabajo.

Muchos mexicanos que en los últimos años han decidido venir a Estados Unidos lo hacen, también, por cuestiones de seguridad; para que no los roben, secuestren o maten. Por eso vemos que han llegado más mujeres que antes (47%), hombres menos jóvenes (38 años en promedio) e inmigrantes con preparatoria (24%) y hasta título universitario (17%). El típico inmigrante mexicano que venía a trabajar en el campo está dando paso a familias urbanas de clase media.

El Méxodo es un fenómeno vivo y, por ahora, no se va a detener. Setecientas millas de muro y 40 mil agentes en la frontera no podrán detener a miles de mexicanos que tienen hambre, miedo a los narcos y la esperanza de una vida mejor en el norte. Y tarde o temprano, pintarán de verde una parte del estadio de Columbus, Ohio. O en Dakota del Norte. O en Alaska. O a donde quiera que lleven al equipo mexicano de futbol para que se sienta solito y vuelva a perder.

 

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