Opinión: Evo, el fraude y el golpe

Por Jorge Ramos

“¿Por qué los presidentes de la república quieren eternizarse en el poder? ¿Por qué insiste Evo Morales en creer que no hay nadie más que él?”  Tuit de Elena Poniatowska

La historia de la salida del poder de Evo Morales es complicada. Sin duda hubo una rebelión popular ante el vergonzoso y torpe fraude electoral del pasado 20 de octubre. Pero también es cierto que la explícita presión de los militares obligó a Morales a dejar la presidencia.

Hubo fraude y hubo golpe. Las dos cosas.

Evo cayó, fundamentalmente, por su incontrolable deseo de permanecer en el poder. Estos son los datos. Gana legítimamente las elecciones del 2005 -convirtiéndose en el primer presidente indígena en la historia moderna de Bolivia- y después lidera un esfuerzo para cambiar la constitución. Vuelve a ganar en el 2009. Pero ahí empiezan las trampas. Dice que su primer período presidencial no cuenta y eso le permite buscar (y ganar) una segunda reelección en el 2014.

No contento con quedarse en el poder hasta el 2020, organiza un plebiscito en el 2016 para buscar otra reelección y, en esa ocasión, lo pierde. Pero, mal perdedor, él asegura que ese resultado viola sus derechos. Va al Tribunal Constitucional, que él controla, y logra un dictamen que le permite reelegirse todas las veces que quiera. Otra trampa.

Eso nos lleva a las elecciones del 20 de octubre del 2019 donde Evo buscaba un cuarto período presidencial. Tras una extrañísima caída del sistema por varias horas, el Tribunal Supremo Electoral (también dominado por Evo) lo declara ganador en la primera vuelta. Pero el fraude es obvio.

Un equipo auditor de la Organización de Estados Americanos (OEA) determinó que hubo “manipulaciones al sistema informático”, “alteraciones y firmas falsificadas”, “inconsistencias con el número de ciudadanos que sufragaron” y, por lo tanto, “no puede validar los resultados de la presente elección”.

Ese fraude no pudo haber ocurrido, según la oposición, sin la complicidad del Tribunal Supremo Electoral -que organizó las votaciones- y Morales. Esto generó 21 días de protestas. Evo, arrinconado, ofrece diálogo con sus opositores y hasta la realización de otras elecciones. Pero ya es demasiado tarde. (La canciller alemana, Angela Merkel, quien también llevaba 14 años en el poder, nunca cambió la constitución a su gusto, ni hizo un burdo fraude para seguir al frente de su país; esa es la diferencia con Evo.)

Muchos militares se rehúsan a reprimir a los manifestantes. Y es entonces que el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, en televisión nacional, dice: “Sugerimos al presidente del Estado que renuncie a su mandato presidencial”. El exmandatario y candidato presidencial, Carlos Mesa, me dijo en una entrevista (https://bit.ly/2q6z60m) que se trató de una “frase que no fue afortunada”. Pero fue más que eso. Si los militares, en cualquier parte del mundo, le sugieren a un presidente que renuncie, eso sería interpretado como un intento de golpe de estado. Y en Bolivia también.

Esa “sugerencia” de los militares bolivianos rompió el orden constitucional reinante a pesar de que muchos opositores, como Mesa, ya consideraban a Evo Morales como un presidente ilegítimo. Es decir, se realiza un golpe de estado en contra de un líder que, según la oposición, había violado la ley en varias ocasiones para buscar la reelección indefinida. Se los dije: es complicado. Hubo un golpe contra el realizador de un fraude.

Sobre México, aplaudo la generosa tradición de otorgar asilo político; ayudó igual a españoles durante la guerra civil que a argentinos y chilenos en la época de las dictaduras. Pero el gobierno de AMLO no puede pretender neutralidad. Se metió, y a fondo, en los asuntos internos de Bolivia. Primero, felicitó a Evo por su “victoria”, luego declaró un “golpe” en ese país y protegió a quien muchos consideran un caudillo antidemocrático. Si tanto le preocupa a México la democracia ¿cuándo va a denunciar las dictaduras en Cuba, Venezuela y Nicaragua?

Hablemos claro. México no tiene nada que aprender de democracia de Evo Morales. Sus trampas para permanecer en el poder y el fraude que realizó en octubre recuerdan los peores momentos del PRI.

 

Evo puede ser muchas cosas pero no un ejemplo de democracia.

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