Opinión: Niños solitos cruzando la frontera

Por Jorge Ramos

Es la misma hazaña -a veces, la misma tragedia- contada desde dos puntos de vista. La escritora chilena, Isabel Allende, lo hace con su novela El Viento Conoce Mi Nombre, y el poeta salvadoreño, Javier Zamora, con Solito, sus memorias. Cuentan el trauma, el heroísmo de niños que cruzan solos la frontera de México hacia EEUU.

Las historias de Allende y Zamora se hilan; como si hubieran coordinado por años su escritura hasta la publicación. Una es ficción, la otra es realidad, duelen hasta el alma.

Allende cuenta cómo Anita, niña salvadoreña de siete años, ciega, cruza junto a su madre hacia EEUU. Lo hacen en la era de Trump, son separadas al poco tiempo, sin aviso ni posibilidad de despedirse. Anita, como Allende, se refugia en el “reino misterioso de la imaginación”, arma cuentos en su cabeza que le ayudan a sobrevivir su orfandad en un país que se oye, se siente distinto al que dejó.

Como apuntó The New York Times, el mensaje de Allende es que la historia se repite. Su libro comienza con el drama de Samuel, niño judío de seis años, que en 1938 es enviado por su madre a Inglaterra (en el llamado Kindertransport) para salvarlo de la persecución nazi en Viena. Sin echarles a perder el final, hay un sublime encuentro entre Samuel y Anita, magistralmente entramado por Allende. Ese es su fuerte: arrancarle a la historia momentos que solo se pueden ver con el corazón. No sorprende que cite a El Principito.

“¿Qué razón podría haber para que una familia mande a un niño solo a cruzar la frontera si no es la desesperación?” Me dijo Allende en NY. “Lo ideal es quedarse donde uno se siente cómodo, conoce el idioma, no es recibido con hostilidad”.

Todo inmigrante tiene algo que lo expulsa de su país y una razón que lo atrae a otro. EEUU pone enormes resistencias para aceptar a más extranjeros. Le pregunté a Allende si EEUU, donde vive, es cada vez más extremista. “Sí, más duro, más antiinmigrante. Más polarizado. No hay diálogo… La democracia corre un riesgo tremendo en este país”.

El Viento Conoce Mi Nombre es ficción pero se lee como un gran reportaje. Allende lo ve todo, a sus 80, no esconde nada. Es de las pocas personas que conozco que, cuando la veo, me hace más preguntas que yo a ella.

Solito son los recuerdos del trayecto que hizo Zamora a los nueve años desde La Herradura, El Salvador, hasta EEUU. Sus padres se habían adelantado y él, esperando a crecer para aguantar la travesía, lo hace solo. Por mar y tierra. Hay una escena de horror perdidos en un océano oscuro. El coyote que lo llevaría al norte lo suelta a medio camino y Zamora logra, con la ayuda de otros migrantes, cruzar la frontera. Es detenido por la migra dos veces, regresado a México. Es imposible olvidar esto se le hace a un niño de nueve años que busca a sus padres con el teléfono memorizado.

Más de medio millón de niños han cruzado solos la frontera y entregados a sus familiares desde el 2014 a febrero del 2023, según Migration Policy Institute. En el 2022, más de 127 mil niños entraron sin parientes desde México. Sus historias son tan dramáticas y traumáticas como la de Zamora.

Él, poeta y en terapia, la ha contado como nadie. Su historia acabará como película de Hollywood. Sandra Cisneros recomienda a futuros escritores que narren lo que nadie más pueda hacer, cuenten los más íntimos secretos. Los que no le dirías a nadie. Luego publícalo. Eso hizo Zamora.

“Lo que pasé esos 49 días no lo he olvidado, ha sido difícil de procesar”, me dijo. “El libro me tomó muchos años… y muchos años con mi terapista para encontrarme y reencontrar a quienes me ayudaron a llegar a este país”.

Me pregunto si un niño de nueve años puede entender, que sus padres se vayan a otro país y, luego lo fuercen de alguna manera a hacer la travesía solo hacia EEUU. ¿Puedes perdonar a tus padres? “El resentimiento duró algunos años”, dijo, tras explicarme cómo fue aprendiendo sobre la guerra en El Salvador, los motivos que tuvieron sus adolescentes padres para irse de ahí. “Poquito a poquito los voy perdonando”.

El trauma de cruzar solo la frontera como un niño, y la dificilísima adaptación posterior, empuja la trama en los dos libros. Lo fascinante es su extraordinaria similitud con lo que se vive en la frontera entre México y EEUU.

Estuve en un campamento de refugiados en Matamoros, México, miles de inmigrantes esperaban cruzar a Brownsville, Texas. Contrario a otros viajes, encontré muchas familias, muchos niños. Fue inevitable pensar en las historias de Samuel, Anita y Javier.

Mi trabajo es perseguir noticias. Gracias a los libros de Allende y Zamora, me pude meter en la cabeza de esos niños que jugaban y gritaban, sin saber la hazaña que estaban a punto de realizar.

 

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