Opinión: Nicaragua despierta

Hay dos cosas que nunca he entendido de Daniel Ortega. Una es por qué se quiere parecer al tirano que luchó tanto por derrocar (Anastasio Somoza). La otra es por qué vive en una casa que no es suya.

Les cuento la increíble historia de la casa más adelante pero déjenme comenzar con las recientes protestas en Nicaragua. Lo que empezó como manifestaciones por los cambios en programa sociales rápidamente se convirtió en una revuelta contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, su esposa y vicepresidenta. Ellos tienen un duro control sobre el país. Y lejos de ser un demócrata, Ortega lleva 23 años en el poder (de 1979 a 1990 y del 2006 al 2018).

La represión de su gobierno contra los manifestantes -jóvenes y estudiantes en su mayoría- fue brutal. La cifra de muertos, según el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, ya superó los 40. ¿Quién ordenó esa matanza? “El gobernante ausente y su omnipresente vicepresidenta no solamente intentaron descalificar la protestas”, escribió desde Managua el periodista Carlos Fernando Chamorro, “sino que ordenaron arreciar la represión hasta provocar una verdadera masacre.” Se trata, en palabras de Chamorro, en “el peor baño de sangre de la historia de Nicaragua en los años de post guerra.”

El antiguo revolucionario sandinista copia los mismos métodos represivos de la dictadura que derrocó. Y la impunidad. No hay ninguna esperanza de meter a la cárcel a los autores intelectuales de la matanza.

Entre los muertos estaba el periodista Angel Gahona, quien reportaba en vivo (en Facebook Live) las protestas en la población de Bluefields. Su esposa, quien seguía la transmisión, vio cómo murió. “Fue un disparo profesional”, me dijo Migueliuth Sandoval, “fue un disparo en la sien, que no cualquier acierta.” (Aquí puedes escuchar el podcast de mi entrevista con la esposa y el hijo de Angel Gahona )

La revuelta contra Ortega y su clan surgió desde dentro de Nicaragua, no se trata de ninguna conspiración internacional para “desestabilizar” el país, como sugirió perversamente la dictadura cubana. Se trata de estudiantes y adolescentes que han perdido el miedo y que están hartos de tener un gobierno autoritario, que censura y mata.

Estos jóvenes nicaragüenses me recuerdan tanto a los Dreamers y a los alumnos sobrevivientes de la masacre en la escuela secundaria de Parkland en la Florida. El cambio en Nicaragua está en sus manos. Y deben saber que no están solos; que fuera de Nicaragua los oímos y los vemos. La censura oficial fue ampliamente burlada a través de Twitter, Facebook e Instagram. Los tiranos ya no pueden ocultar lo que ocurre. Los videos de la represión vivirán para siempre en la internet.

Si algo quedó muy claro luego de las protestas es que el futuro de Nicaragua es sin los Ortega. Nicaragua ha vivido muchas décadas de dictadura y 23 años en el poder son más que suficientes. Como vimos en las calles, ya hay una nueva generación lista para liderar al país.

Y termino con la historia de la casa -con un terreno de 4 mil metros cuadrados- donde viven Daniel Ortega y su esposa. No es su casa. Se la arrebataron a la familia Morales Carazo -que estaba de viaje tras el triunfo de la revolución sandinista en 1979- y fue confiscada ilegalmente, según me contó hace tiempo su dueño. Jaime Morales -quien luego, sorprendentemente, hizo las paces con Ortega y hasta fue su vicepresidente- calculaba que, cuando se la quitaron, la casa valía entre un millón y medio y dos millones de dólares (incluyendo seis fuentes, seis cuartos y las obras de arte).

En una entrevista en 1996, Ortega no me pudo decir cuánto pagó por esa casa. “Fue una suma muy pequeña porque en ese tiempo todo estaba subvaluado”, me dijo, sin dar más detalles. “Yo me he aferrado a la casa (por ser) un símbolo.”

Exacto. Esa casa fue un símbolo y una premonición. Debimos saberlo. Si Daniel y Rosario no tuvieron ningún problema en apropiarse de una casa que no era suya, tampoco tendrían ningún problema en apropiarse de un país que no era suyo.

 

Es hora de la mudanza. Nicaragua despertó. Hay que investigar a los asesinos de la masacre y adelantar las elecciones presidenciales. Y los Ortega-Murillo se tienen que poner a buscar casa nueva.

 

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